"Exhortar a la castidad constituye una incitación pública a ir en contra de la naturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, y toda impurificación de ésta al tacharla de 'impura' representa el verdadero pecado contra el espíritu santo de la vida."

Friedrich Nietzsche

miércoles, 31 de octubre de 2007

En búsqueda de los valores occidentales: Parte I


Hola a todos mis queridos y reflexivos lectores, les habla nuevamente el Gorrión. Hoy quiero trabajar con ustedes un poco la noción, tan poco utilizada en la actualidad, de lo que entendemos aún por Occidente. Si bien la palabra, es usada frecuentemente en la bibliografía de las ciencias sociales, es casi imperceptible, en los medios de comunicación, y ni que hablar en una charla de manera informal. El término Occidente está siendo borrado paulatinamente del mapa y de la mente de las personas, pues lo que, desde hace un tiempo, ha dado en llamarse el “multiculturalismo” intenta o tiende a volver difusas las fronteras entre estos dos mundos tan alejados, tan distintos en el campo de las mentalidades; y cuyo principal motivo se encuentra en la insatisfacción, por rechazo o disconformidad de las personas occidentales, que padecen problemas que, nacen o derivan de cuestiones económicas concretas. Generalmente, nuestras sociedades latinoamericanas, con su obsesión anti-norteamericana, como diría, Jean François Revel, están tomándole demasiada simpatía (a mi juicio, y al de muchos politólogos), a los países de Medio Oriente. Aunque les cueste creerlo, yo he visto un tipo, en la calle, hace poco, con una remera de Bin Laden (y no es broma). Y estamos hablando de un asesino multimillonario que exhorta a su pueblo a librar una “guerra santa” contra el infiel occidente. Y lo repito: Guerra Santa ¿esto no debería erizarnos la piel, acaso; no debería hacernos reflexionar? Soy enemigo, como verán del poder religioso, en especial cuando éste interfiere o se apodera del poder político, pues tengo perfectamente en claro que, cuando el poder religioso se hace dominante, los elementos mágicos y mitológicos comienzan a apoderarse de las mentalidades de las sociedades, y se suele caer en patrones de comportamientos de sociedades cerradas, estáticas y enemigas de los cambios y de las innovaciones. Esto, a la larga va repercutiendo en toda la cultura. Y como decía en antropólogo Levy- Bruhl, “La regla suprema es hacer lo que los antepasados han hecho, y no en hacer lo que no han hecho”. Sólo que Levy- Bruhl, lo decía en referencia a las sociedades más primitivas; sin embargo, muchos de esos elementos subsisten en sociedades altamente complejas, o que aspiran a serlo, como las del siglo XXI.
Esto preocupa por muchas razones, pero principalmente por el hecho de que estamos perdiendo nuestra identidad cultural (que no sería en sí mismo tan grave), para abrazar la de una cultura que apenas conocemos, o que conocemos muy mal; y que siempre fue hostil con Occidente (y no estoy diciendo que los occidentales sean unos santos, por favor, lejos estoy de quererles vender algún paraíso artificial). Pero parece que Europa, prinicipalmente, ha olvidado que el Imperio Romano de Oriente se extendió hasta el siglo XV, y que la propia España estuvo en Guerra con los árabes durante VII siglos.
Hemos olvidado (ay, ay, ay, queridos profesores de historia y sociología, qué es lo que hacen en las aulas) quiénes somos, y de dónde venimos. Nos estamos acostumbrando a despreciar un valor tan sagrado como es la libertad (que a Europa, por ejemplo, le costo cerca de veinte siglos reconquistar, y comprender la dimensión de lo que fue la idea de libertad para sus padres, los griegos), y cuando llegue el momento en que veamos escasear este valor, recién advertiremos que estamos en graves problemas. Los Orientales, no han entendido todavía que la libertad es un valor altamente positivo para el desarrollo del ser humano y hasta de la propia especie humana; pues permite desarrollar capacidades que son insospechadas dentro de una cultura tan poco secularizada como es aquélla. La secularización, o sea la separación del poder religioso de otros poderes (como el político y el científico) es el que le permitió a occidente durante la Modernidad (ya hablaré de ella) construir una interpretación del mundo, donde no tienen lugar las interpretaciones mágicos-religiosas, donde la realidad puede explicarse sin la intervención de las fuerzas malignas, demoníacas o espirituales. El hombre primitivo tendía a explicar todo lo que sucedía en la naturaleza por fuerzas espirituales que la gobernaban. La secularización nos permite ver con claridad dos dominios diferenciados: el de la naturaleza, al que se intenta dominar, y el de la sociedad, a la que se intenta mejorar y beneficiar con el mencionado control de la naturaleza. Algunos verán con justificada preocupación, los peligros de la alta polución producida por las fábricas, o las talas indiscriminadas de árboles; y encontraran en ello, un argumento en contra de “esos valores de la modernidad”; sin embargo, si realmente nos atrevemos a mirar comparativamente, cuáles fueron los mayores peligros o males que sufrieron las sociedades en el tiempo (y hablo desde antes de la invención de la escritura), veremos que son dos: por un lado, las terribles hambrunas, que se llevaban millones de muertos por períodos cíclicos, y por el otro, la falta de reacción para combatir las enfermedades y las escasas expectativas y condiciones de vida.


El problema de una adecuada ruptura con el poder religioso es que sin secularización, se favorece así, la construcción social de teocracias enemigas de las libertades individuales. Su lema sonaría algo así: “La colectividad prima sobre el individuo”. Nadie puede negar determinadas “verdades”, que son siempre tabúes en dichas sociedades. Dichos tabúes no pueden cuestionarse, pues violarlos implica penas muy severas que, incluso se pagan con la muerte. De esta manera se va configurando una mentalidad y un espacio muy acotado de reflexión, donde el horizonte se aplana, donde no hay lugar para el cambio, ni para encontrar respuestas a las innovaciones, a sus “ventajas y a sus desventajas”. Podemos ver en la actualidad en Palestina, por ejemplo, gente que vive tal cual lo hacían en la época de Jesucristo, e incluso antes en el tiempo, como en la antigua Babilonia, Persia, o Sumer. Sin embargo, los poderosos, los ricos de aquellos lugares, como los magnates petroleros, incorporan, sin hesitar un segundo, la tecnología, las comodidades, la producción cultural, y en definitiva, todo aquello que occidente ha creado. ¿Qué relación habrá entre la pobreza generalizada de dichas regiones con la mentalidad arcaica?
El Historiador y filósofo francés, Philippe Nemo, en su obra: “¿Qué es Occidente”, se pregunta dónde estarían los valores o los principios occidentales, y llega a la conclusión de que occidente existe, y que es fruto de cinco pilares que paso a enumerar:
1º) La filosofía griega
2º) El derecho romano
3º) La religión cristiana
4º) La reforma protestante y la contrarreforma
5º) La democracia liberal

Es así, como este autor, ve en estos acontecimientos los generadores de los valores que nos permiten decir de qué hablamos cuando hablamos de Occidente. No sorprende, desde ya, que los griegos y los romanos sigan apareciendo en primer lugar; pero lo que sí, me sorprende a mí, es que de los primeros, solo se destaque el desarrollo del pensamiento racional, a través de la filosofía; nada se dice, por ejemplo de aquello de lo que hemos estado hablando ya en el blog, en relación a las pautas culturales de los mismos.
Con respecto a la religión cristiana, no queda mucho por agregar, ya que es indudable el peso que ha tenido a lo largo de los siglos, nos guste o no.
Quiero terminar este post, con algunas reflexiones de lo que aquí se desprende. Si la democracia liberal se constituyó y se extendió, recién apenas en el siglo XIX en Europa, cómo es posible que hablemos de occidente recién en el siglo XIX; ya que para el autor, si alguno de estos pilares faltase, no nos encontraríamos dentro de occidente. En el siglo XVII, Francia e Inglaterra, ¿no eran occidentales? Otro caso, por ejemplo, los judíos que han vivido siempre en Europa, y que se sienten completamente identificados con los valores propios de occidente: ¿serán considerados para Nemo como Occidentales nomás? ¿Qué pasa con algunos de los países latinoamericanos, por ejemplo, donde la democracia liberal sólo se ha dado en su forma, o de “derecho”, pero no de hecho: seguirán siendo considerados como occidentales? Hay miles de preguntas que, se me ocurre, podemos hacerle al Historiador y filósofo Nemo, pero a ustedes cuáles se les ocurren? Envíenlas a mi correo o publíquenlas en los comentarios.
Nada más por hoy, hay mucha información aquí, y no quiero agotar la paciencia de nadie.

Gorrión pys

miércoles, 24 de octubre de 2007

Poder, deseo y sexualidad: Primer enfoque


"Free as a bird " - The Beatles

Hola a todos nuevamente, he aquí el Gorrión una vez más. Me he encontrado en estos días muy ocupado, así que apenas tuve un poco de tiempo para sentarme a escribir; pero finalmente, lo que rondaba mi cabeza, salió a la luz. Espero que les guste el post y que nos sirva a todos para pensar un poco.
Cuando hablamos de la sexualidad tenemos que pensar que, esta palabra está asociada, necesariamente, con esta otra: deseo. No hay sexualidad, ni explícita ni implícita sin deseo. El deseo es el móvil, es el canal por el cual se trasmite la voluntad de vivir de los hombres, y de los demás seres de la naturaleza. La vida necesita del deseo, como la razón necesita de la quietud y el sosiego para hacer surgir los pensamientos encadenados (aunque su génesis pueda estar en cierta dinámica vital), que le den coherencia discursiva a un argumento (como la que en este momento me invade a mí, para poder escribir estas líneas). Los seres humanos vivimos pendulando entre estas dos esferas de la propia naturaleza humana; entre la racionalidad más “pasmosa” y la irracionalidad más “censurable”.



Sin embargo, muchas de las cosas que, a priori, parecen censurables, o que sencillamente lo son para muchos, han perdido, ya, su carácter pernicioso; pues cada vez son más las relaciones de poder en donde vemos involucradas “algunas inocentes palabritas” que, camufladas, revisten un carácter moral, o fuertemente censurador, y que a lo único que apuntan es a intentar frenar nuestra voracidad animal que nos pide a gritos, más y más de todo; aquella irracionalidad de la que hablábamos en el pasado post, que los dioses griegos no podían controlar, que los excedía, que los gobernaba. Muchos, a esta altura de sus vidas, habrán advertido que, aquellos que nos predican ciertos preceptos morales, para “nuestro buen desempeño social”, se burlan por completo del poder que, efectivamente tienen los mensajes en aquéllos a los que dichos mensajes llegan; y eso es lo que no soporto del poder, y lo que me lleva a escribir. Si yo, por ejemplo, les recomendara que fueran “buenos, complacientes o fieles con sus novios/as”, o que “no persigan el poder en sus vidas”, me estaría burlando de ustedes, ya que, yo, creo en lo que les digo; pues sé, soy consciente que está en su propia naturaleza buscar vías para canalizar sus deseos; pues el deseo nos trasciende, y no podemos dominarlo de forma consciente o voluntaria: y como no podemos dominarlo, tampoco pretendo yo dominárselo a ustedes. Facundo Cabral (entre muchos otros “charlatanes de feria”), a mí entender, se burla de aquéllos a los que aconseja “volar bajo porque allí está la verdad”: no existe mentira más grande que la de tratar de imponerle a los hombres barreras a sus capacidades, a sus talentos, a sus voluntades, a sus sueños, a sus verdades que encierran en su interior, y que muchos guardan latentes”. Este hombre es el prototipo de “hombre latinoamericano paternalista”, que viaja por el mundo, se codea con “todos los grandes del escenario”, gana fortunas, y (por qué no decirlo) quizás aún, se acueste con muchísimas bellas mujeres; para luego, predicar a los demás que se queden en sus casas tomando mates con su mujer, escuchando la marcha peronista, y sintiéndose miserables por la impotencia de que nada les salga como hubiesen querido o soñado.
La demagogia latinoamericana es proverbial, y apunta a generar hombres resignados y complacientes, que una y otra vez se vean envueltos en relaciones de poder “unidireccionales”, de la que ya les hablé en un post pasado, donde continuamente se repiten los mismos patrones de comportamiento. Relaciones de poder donde el sujeto pierda su capacidad de reacción, su capacidad de pensar y de decidir libremente sobre su libertad de empresa, sobre su sexualidad, etc. Hay, aún en la actualidad, muchas fuerzas dominantes que quieren construir un orden estático, inmutable. Vivimos entre personas que le temen a la libertad, a su responsabilidad ciudadana, y hasta “salir de su casa un día sábado”. Sucede que la prédica dice que “somos todos iguales en derecho”, pero como decía Orwell, “hay algunos que son más iguales que otros”; pero dichas diferencias se dan por la estructura y dinámica del propio poder, en donde existen personas que disfrutan de los privilegios del poder sin haber hechos méritos suficientes para conseguirlos; y que no hay nada mejor que ir a misa, casarnos, trabajar en un empleo sin futuro, y hablar mal de nuestra mujer (a la que nuestra mentalidad no nos permite entender) con nuestros amigos. Esa es la vida con la que sueñan muchos políticos, y algunos imbéciles de nuestra querida Latinoamérica.
Durante el siglo XIX, Inglaterra fue la potencia mundial por excelencia que, aquí en Latinoamérica sentó las bases para su enriquecimiento, y para ejercer su influencia política y cultural, que los historiadores han convenido en llamar Imperialismo; no obstante, han sido tantas las cosas, que a pesar de ello, les debemos a los ingleses, que sería de una necedad asombrosa negarlo. Los ingleses se convirtieron, sin embargo, en los “enemigos” de Latinoamérica, pues a lo único que aspiraban, según muchos, era a enriquecerse con “nuestro trabajo”. España, la verdadera causante de muchos de nuestros males, (si tomásemos un tiempo de larga duración), raras veces aparece maldecida en el discurso populista, pues muchos creen que con los españoles, antes de la “Independencia de nuestros países”, no estábamos tan mal, por estas latitudes. Es increíble, pero hay muchos que aún piensan así. Sólo habría que pararse en algunas estadísticas serias para darnos cuenta de que ello no tiene ningún sustento, que es un verdadero disparate; y que es, francamente, un insulto a nuestra inteligencia: que la modernización y las instituciones republicanas, se dieron cuando Inglaterra decidió auspiciar el comercio en estos lugares. Sin embargo, a nuestros jóvenes, en las escuelas, se les dice lo siguiente: Inglaterra, la malvada de la historia, y posteriormente, EEUU, su incondicional aliado, sólo han expoliado a nuestros países, y podríamos prescindir de lo que ellas nos han dado, y vivir “como queramos” sin tener que fijarnos en lo que ellas hacen (suelten por favor, una carcajada desopilante, no la repriman). España, va a seguir sin tocarse, nunca se la ve como "enemiga", y es porque España nos trajo la Iglesia católica, que como creen los marxistas (y que comparto) es, fue, y será el opio de los pueblos ignorantes.
Volvamos al tema de la sexualidad por un momento, y a Esther Díaz, nuestra amiga: ella nos dice que la sexualidad es un “invento moderno”, es decir de la modernidad (siglos XVII, XVIII).
Sin embargo, más arriba habíamos dicho que sin deseo no había sexualidad, lo cual no significa que con el deseo haya necesariamente sexualidad; ya que como dijimos el término aparecerá recién en la modernidad. ¿Qué significa ésto entonces? Significa que durante la historia de la humanidad sin bien hubo, desde luego, genitalidad (pues los seres humanos se reprodujeron, sin duda); no hubo hasta la modernidad cierta necesidad de encauzar el deseo dentro de determinadas pautas y normas que configuraron un imaginario social sobre el deseo. La cuestión será, entonces, desear de una forma legítima, de una forma ideal para que los hombres y mujeres se vayan constituyendo en padres y madres modernos; es decir, en miembros de lo que actualmente conocemos como familia nuclear. Generar ese espacio molecular dentro de la nueva estructura social insurgente, dentro del nuevo esquema que propone la Revolución Industrial; de esta manera, es posible entender por qué, durante la Edad Media, por ejemplo, la sexualidad no fue, ni un problema ni una preocupación; pues el deseo estaba orientado a otro lugar, a un espacio no terrenal: estamos en presencia del período de la historia con mayor desarrollo de la sublimación libidinal. Lo que se irá descubriendo, con el transcurso de las décadas posteriores, hasta llegar al siglo XX, es que las personas se empiezan a enfermar por este nuevo dominio de la sexualidad (y del poder). Los psicólogos explorarán el inconciente, y el comportamiento humano en relación a las inhibiciones y las frustraciones sexuales.




Les dejo una pregunta de tarea para que la piensen: ¿Cómo suponen que la Iglesia Católica considera adecuado encauzar el deseo? A ver, por qué creen que censurará la promiscuidad, la homosexualidad, la falta de compromiso social en las relaciones, el uso de preservativos… en definitiva, la liberalidad de las conductas.

jueves, 18 de octubre de 2007

A la búsqueda del cuerpo perdido: Parte II



Si alguien nos preguntara en este momento, dónde están las raíces culturales de nuestra actual devoción por el cuerpo humano (yo particularmente, considero a mi cuerpo como mi templo, y lo cuido como aquel padre cariñoso que vela por la salud de sus hijos), qué responderíamos. Piénselo por un momento… Si me han seguido, recordarán lo que dijimos sobre la influencia oriental en occidente durante siglos, en relación a la adopción de ciertos criterios estéticos (y éticos), que pasaban por la necesidad de ocultar la “indecencia” que significaba la exposición del cuerpo. ¿Sí?
Nuestros verdaderos padres culturales, los antiguos griegos, llevaban prendas ligeras; realizaban una serie de actividades, como dietas, ejercicios, baños diarios, etc. que, pretendían preservar ese templo sagrado que era su cuerpo, para que estuviese en armonía con la misma naturaleza, a la que veían como perfecta. Para los antiguos griegos, a diferencia de lo que ocurriría durante los posteriores siglos, dominados por la cultura moralizante de la cristiandad, el cuidado del cuerpo era la forma inmediata de estar en contacto directo con la naturaleza, y de rendirle, por así decirlo también, tributo a la generosidad pródiga de los dioses; que como todos sabemos, no se encontraban en un plano de superioridad moral para sancionar “nuestras faltas”; pues ellos, en primer lugar, no eran ningún ejemplo de nada; y por otro lado, se caracterizaban por poseer una pasión desmedida, y a veces hasta desenfrenada (en otro post hablaré de Dionisos, el dios que más dolores de cabeza le produjo al poder en occidente). Los dioses griegos eran pasionales, y muchas veces, el fruto de ese despliegue desenfrenado los hacía caer en acciones injustas. De ahí, que la vida para los griegos no tuviera ninguna relación estrecha con la noción de justicia, tal como la pretendieron concebir ciertos pensadores sociales de los siglos XVIII y XIX; pues, si los dioses desean, gozan, y en sus goces involucran, sus voluntades, que tienen un carácter irracional; es imposible legislar satisfaciendo las voluntades de todos los agentes involucrados en la dinámica, que la vida le imprime a aquellos que se aventuran a vivirla. El sueño de un mundo perfecto (no confundir con un mundo armónico), es una utopía nacida en la modernidad (siglo XVI); que nada tiene que ver con el paganismo politeísta griego: para éstos, aquél, consistía en saber disfrutar de la vida, hallando el justo medio, que quedaría expresado en la concepción clásica aristotélica; la perfección armónica del hombre como medida de todas las cosas. La idea de justicia absoluta, o si se quiere de una suerte de nuevo paraíso terrenal, proviene de un efecto moralizante que, descansaría, en última instancia, en el mismo principio monoteísta del cual surgieran los conceptos estamentales que le dieran formato definitivo a la mentalidad de las tres órdenes (ya hablaré de ella), durante el siglo XII, que aspiraría a construir un mundo solidario dentro de los tres estamentos señalados, y cuyo garante principal, de ese órden era el propio Dios; es decir, un dios perfecto y omnímodo, que sea a la vez, bueno, justo, y misericordioso, que sea capaz de perdonar, y que “tan sólo” nos exigiría como tributo, el respeto a cierto decálogo de preceptos, que operarían como leyes expiatorias, hacia todo intento de neo helenizar la cultura: en especial la relacionada con las aperturas mentales hacia ciertas concepciones libertarias. Sin embargo, a dichos preceptos moralizantes, hay que darles ciertos matices de flexibilidad, para que pueda seguir operando dentro del sistema de valores previamente diseñado. Es por esto que, los diez mandamientos de la ley de dios, así como la Biblia misma, no son interpretados de idéntica manera por el judaísmo, el islamismo (en Oriente), el catolicismo o el protestantismo. Todas las religiones han sabido reformar o adaptar dichos preceptos, a los poderes preexistentes dentro de su comunidad, a sus instituciones y a sus leyes.

Los griegos han sido, durante muchos siglos, los “seres malditos y despreciables” de nuestra civilización; e intentó ocultarse muchas de las costumbres que ellos practicaban, y que iban, más allá de su tan mentada sodomía. No eran un modelo a seguir, como quizás algunos suponen. Tendríamos que esperar recién hasta el siglo XVIII, más o menos, para advertir que algunos pensadores comienzan a mirar a Grecia con otros ojos. Son, en cambio, los romanos los que sí, cautivarán la atención de los renacentistas e ilustrados como Maquiavello, Montesquieu, Bodin, y otros. Pero, quizás el primero en "redescubrir" a los griegos, de la forma en que hoy los percibimos, no haya sido otro que F. Nietzsche. Los griegos, aún hoy, ejercen una atracción poderosísima en la imaginación de todos los hombres que amamos el pensamiento y la libertad. Todavía, muchos de nosotros, sentimos que debemos descubrirlos; siempre habrá mucho que aprender de ellos.
Habíamos dicho que, a partir de los sesenta, el cuerpo humano comenzaba un camino de resurgimiento o redescubrimiento. Si pensamos en la cantidad de autores: filósofos, historiadores, psicólogos, etc., que comenzaron a volcar su mirada nuevamente sobre aquellos siglos tan remotos, en aquella región mediterránea, a la que solamente, y hasta entonces, se la había considerado en sus aspectos políticos, filosóficos y artísticos, veremos que ella, les brindará elementos para comprender cierta cultura libertaria en relación a la sexualidad, que comenzará a ser rescatada, revalorada, y reinterpretada. A partir de los sesenta, Grecia, y en buena medida Roma, comienzan a ser vistas con muchísimos miramientos: piénsese en la cantidad de películas que tocarán dichos tópicos. Hay algo que empieza a fascinar, a cautivar la atención de los investigadores; y no en sus aspectos intelectuales, o artísticos precisamente, como en el “Renacimiento”, sino en sus aspectos en apariencia más triviales: la sexualidad entre los griegos y los romanos, lo aphrodisíaco, o lo venéreo; es decir, lo relacionado con Afrodita para los primeros, o con Venus, para los segundos.
¿Cómo estaba reglamentado, si es que lo estaba, el deseo en la antigüedad? ¿Cómo es que durante aquellos tiempos “hubieron homosexuales”, que durante cerca de veinte siglos se intentó desterrar del vocabulario, a fuerza de anatemas y coacciones de todo tipo; y por consiguiente de la imaginación de los hombres? Si alguien no da créditos a mis palabras, vaya a cualquier librería de cierto renombre y observe la cantidad de material bibliográfico que se ocupa del tema. Fíjense en cómo se enfatiza en el carácter erótico de los dioses paganos. ¿Alguien se imagina a Cristo fornicando? Ay, ay, ay. Dolió esa imagen. ¿No es así? Duele eh, y eso que ya no estamos en el reino de Cristo, ni en el de Jehová, ni en el de los profetas hebreos. ¿Qué dioses reinarán en la actualidad?
De cualquier forma, no se vayan a creer que, en la Grecia clásica no existían condenas morales para los que caían bajo el imperio del deseo, de una forma inapropiada, según las consideraciones de las élites ilustradas (ya hablaré de ello, en un próximo post); pero a diferencia de lo que ocurriría durante muchísimos siglos en Europa, la sexualidad no estaba reglamentada con penas tan severas como la flagelación, las quemas en la hoguera, o la cárcel para aquellos que se escaparan de lo normativo. A los dioses, no les importaba en lo más mínimo, lo que cada quien hiciera con su cuerpo.

martes, 16 de octubre de 2007

Una aproximación a la naturaleza del Poder



"Para vos, lo peor es la libertad / Estoy rodeado de viejos vinagres..." Luca Prodan - Sumo



Hola a todos, les habla el Gorrión nuevamente, hoy les traigo un tema, que no es nuevo en el blog, pero sí quiero, darle un nuevo giro a esa noción que ya habíamos diseñado hace unos días. En primer lugar, lo que quiero es que quede claro, que lo que aquí se intenta es aproximarnos no ya al concepto, sino a algo más profundo: a su naturaleza; y por ello, decidí acercarme a cierta bibliografía, la de la antropología. Espero que lo disfruten y que les sirva.
La antropología durante la década del cuarenta del pasado siglo XX, se comenzó a preocupar también un poco por esto del Poder; naciendo así un nuevo campo de investigación: la antropología política. Esta disciplina comenzó a ocuparse de las relaciones de parentesco, de la evolución de las sociedades siguiendo en algunos casos, un concepto evolutivo; así es que se preocupó por ir de las más simples a las más complejas, e investigando las implicaciones de la actividad económica dentro de cada una de los distintos grupos humanos, enfocándose en las formas tanto instituidas como institucionalizadas del poder, llegó a formular entonces, teorías políticas. Las dos escuelas más importantes que se formaron en las décadas del cincuenta y sesenta respectivamente, fueron: la formalista y la sustantivista (tal vez me ocupe de ellas más adelante).
Georges Balandier, fue uno de los primeros, y más destacados investigadores, que se preocupó por las sociedades con formas de poder no institucionalizadas, es decir instituidas (sociedades donde el poder no tenía una cara visible reconocible, donde sólo se siente). Éstas, son sociedades que presentan una organización normalmente vinculada, a los sistemas de parentesco, y a formas políticas dadas por los linajes, que tienden a presentar o a generar un comportamiento corporativo. De esta manera, se intentaba controlar los conflictos que son inherentes a todas las sociedades humanas; y que yo agregaría, está en la propia naturaleza del hombre. Lo curioso, en estas sociedades, que insistimos, no poseen una forma de poder visible, es que sí, aparecen allí, individuos representativos cuyo prestigio los colocaba en posiciones para tomar decisiones (véase primera aproximación a la noción de poder); y cuya autoridad mínima o difusa servía para canalizar los conflictos que pudieran surgir.
Los antropólogos políticos van a hablar del Big Man como de un emergente de dichas sociedades. El Big Man, o como lo llama Earle, “agrandados”, van utilizar símbolos, lenguajes y mitos para crear las condiciones para un proceso de legitimación de su propio poder.
Balandier dará tres definiciones del poder:
1º) Capacidad de influir en las personas o cosas recurriendo a una gama de medios que van de la persuasión a la coerción.
2º) Capacidad para obligar a los demás dentro de un sistema de relaciones sociales o de grupos.
3º) Capacidad dada a un actor dentro de una relación social dada para dirigirla a su antojo (definición que toma de Max Weber).
Interesante ¿no? A mí me interesa, para nuestro propósito, que nos detengamos un poco en la segunda de ellas; es decir en “esa capacidad para obligar a los demás dentro de un sistema de relaciones sociales o de grupos”. ¿Por qué me interesa ésta definición? Muy sencillo, porque para poder establecer un sistema de relaciones con alguien o con algo, debemos previamente, adjudicarle un valor. El valor que previamente decidimos como cierto, es el que nos va a permitir crear nuevos sistemas de relaciones. Ustedes recordarán que habíamos dicho que, las mentalidades, las creencias, y si no lo dije antes, lo digo ahora, los valores estaban relacionados con el poder. ¿Sí, me siguen?
Un viejo refrán dice: “a palabras necias, oídos sordos”. Lo que quiero expresar con ello, es que es posible que muchas de las cosas que actualmente nos gobiernan, no merezcan, a esta altura del saber de de nuestras potencialidades, consideración alguna, pues cada vez son más las mentiras que vamos descubriendo están presente en nuestra cultura. Yo, soy un defensor del conocimiento, por excelencia, pues sé que él es poder. Pero he descubierto, con los años que, muchas cosas que por mucho tiempo juzgué como verdades, ya no lo son, o no lo son para mí. Seguramente, muchos de ustedes habrán descubierto lo mismo. Y sí esto es así, entonces conviene preguntarnos por qué seguimos insistiendo en perseguir las mismas cosas que, en algún momento, hemos descubierto que son una gran mentira. Si aspiramos a la libertad (valor que considero supremo), y a la independencia personal, por qué nos aferramos a cosas, a valores, a creencias y a mentalidades obsoletas. Convencernos a nosotros mismos de que somos libres, pero digo libres de verdad, es necesario para entender que no podemos seguir compartiendo el mismo sistema de valores, de creencias, y de mentalidades, que hasta hace un tiempo nos gobernó; porque ésto es lo que hará que nuestra mentalidad permanezca ligada a esos conceptos, y con ella, nuestras acciones. Ésto, desde luego, rige para el campo de la sexualidad.
Nunca, como profesional de la historia, he entendido por qué en las Universidades, aquí en la Argentina, se sigue aferrado al materialismo histórico para explicar el pasado, cuando a todas luces, sus resultados no han conducido más que a una moralización de la historia, del hombre y de sus condiciones, y de sus circunstancias, donde las supuestas víctimas de la sociedad participarían de una naturaleza distinta y mejor que sus verdugos. Cierta simplificación satírica diría algo así: Capital-Malo vs. Proletariado-Bueno. Los buenos vencerán a los malos cuando se produzca la tan esperada Revolución; ya que los buenos les explicarán a los malos –sin necesidad de coacción, ni de violencia, de ningún tipo, por supuesto-, que han estado equivocados, y que ellos les mostrarán el verdadero y correcto camino; esa verdad a la que hacía referencia Facundo Cabral, y que les mencionaba en un pasado post. Ésto, amigos, no es más que la explicación, y a veces aplicación, de una ideología que termina redundado siempre en una visión reaccionaria, pues surgen siempre los “agrandados”, los Big Man, ante las dificultades, que se terminan apropiando del poder, y utilizándolo en beneficio propio y de sus cómplices, pues nunca faltarán los individuos que se sientan tentados a participar en esa “relación de goce” del poder, de la que ya habláramos en un post pasado; y nunca faltarán los que se vean perjudicados por dicha estructura de poder. Nada hay tan temible para las sociedades, como la anarquía; es por eso que, esa sensación de vulnerabilidad de las sociedades hace que se generen esos núcleos de poder, que a veces, pueden ser un verdadero obstáculo para el cambio o para el surgimiento de nuevos valores en relación a los nuevos poderes, que los tiempos marcan: hay poderes que son anacrónicos, sin embargo, siguen teniendo su peso específico. Es porque el poder atrae tanto (nunca perdamos de vista, ésto, sí) que inevitablemente surgen los agentes que quieren usufructuar de lo que el poder tiene de beneficioso: en la inmennsa mayoría de los casos, es decir cuando se trata del poder político, son cuestiones materiales, de las que hablamos.


Bueno, por hoy los dejo. Espero haber contribuido en algo a mejorar sus vidas. Un abrazo a todos del Gorrión pys.

martes, 9 de octubre de 2007

Primera aproximación a la noción de Sexualidad


Hola a todos, le habla nuevamente el GORRIÓN pys, hoy quiero introducir una aproximación a la noción de sexualidad, trabajando con los saberes previos, que generalmente rondan alrededor de este concepto, en mucho de nosotros.
La enciclopedia Microsorf Encarta 2007, define la sexualidad de la siguiente manera:
Conjunto de fenómenos emocionales y de conducta relacionados con el sexo, que marcan de forma decisiva al ser humano en todas las fases de su desarrollo.
El concepto de sexualidad comprende tanto el impulso sexual, dirigido al goce inmediato y a la reproducción, como los diferentes aspectos de la relación psicológica con el propio cuerpo (sentirse hombre, mujer o ambos a la vez) y de las expectativas de rol social. En la vida cotidiana, la sexualidad cumple un papel muy destacado ya que, desde el punto de vista emotivo y de la relación entre las personas, va mucho más allá de la finalidad reproductiva y de las normas o sanciones que estipula la sociedad.
De lo expuesto, claramente, advertimos que la sexualidad es un concepto que trasciende el marco de lo reproductivo, o si se quiere, de lo biológico de los seres humanos, y que engloba componentes, tanto culturales como psicosociales; por lo tanto, la sexualidad es una noción más compleja de lo que en principio parecería; es algo más que la simple unión de los géneros a través de la cópula, como algunos quizás entendían previamente. Y como indudablemente, la sexualidad es algo que se genera dentro de la cultura, es por eso mismo que ella me motiva a escribir en este blog.
¿Por qué me interesa subrayar esto de “cultural” o “psicosocial”?. Ustedes se estarán preguntando: -¿Qué te proponés GORRIÓN? No nos aburras, che, que hay otras páginas para leer, y que seguramente están más interesante que la tuya.
Ok, ok, no quiero aburrirlos, sino invitarlos a reflexionar sobre una actividad que se practica sin advertirlo todo el tiempo, y sobre la cual, no podemos eludir, ni por un momento; pues nos trasciende en nuestras decisiones conscientes, que realizamos a cada instante. Cuando elegimos sea lo que fuere, actividad que realizamos desde pequeños (ya que somos libres… lo repito: somos libres), por ejemplo para comprar, sean unos chocolates, un auto, unos jeans, una bebida, una marca de cigarrillos para fumar, etc; sin advertirlo, estamos obrando como sujetos de género, sobre el cual, involucramos una gama importante de decisiones, que van internalizándose paulatinamente, para configurar nuestra identidad personal. La identidad (que insisto, construimos desde nuestra adolescencia) viene a ser algo así, como la resultante de una suma de vectores. ¿Sí, se entiende, no? Quizás, algunos pensaban, al oír el término, y al recordar lo que dije en otros post, que yo me iba a referir a la sexualidad en tanto conductas de los géneros, a través de los períodos históricos. Bien, a decir verdad, esa es una de las cosas que me propongo de alguna manera hacer, pero no la única; ya que es necesario ir un poco más allá de ello, para entender de qué y desde dónde estamos hablando [Soy de los que odia ver películas ya empezadas, y finales sin resolverse: Cuándo era niño, en vez de preguntar, "¿Y por qué?", yo preguntaba "¿Y después qué pasó?"] Yo, ciertamente, no soy psicólogo, pero me interesa que de ahora en más vayamos incorporando algunos conceptos muy básicos de la psicología, que irán apareciendo en las sucesivas entregas, como: pulsión, líbido, instinto, super-yo, etc (recomiendo: que tengan a mano un diccionario de psicología, de lo contrario, les podrá parecer, a veces, un poco confuso, lo que diga). Recordarán, si es que me siguieron, que habíamos dicho que las relaciones de poder, así como las relaciones sociales, o entre grupos, se daban en un espacio de compartimiento de valores, de creencias, y en definitiva de mentalidades. Bien, bien, muy bien, quiero que esto quede claro, porque sobre esto vamos a trabajar mucho.
La mentalidad es algo así como una huella profunda que va marcando las prácticas de los sujetos, y los sujetos van marcando con sus prácticas las raíces profundas de las mentalidades de una sociedad. Pues no debemos perder de vista que, ante todo, y para bien o para mal, somos sujetos culturales: activos y pasivos de la cultura. La cultura no es algo estático más que para el estudioso de la misma, ¿Sí? Para que yo pueda estudiar algo, es necesario encerrarlo en una probeta, o en un tubo de ensayo, es decir, lo que en química se llaman “sistemas materiales”; sólo que en este caso, como nuestro objeto de estudio es una materia dinámica, como son las sociedades, es necesario que incorporar dos conceptos claves en la historia: diacronía y sincronía. La diacronía es el estudio de los hechos, o fenómenos, a través del tiempo; mientras que la sincronía es el estudio de los hechos, o fenómenos que se dan a un mismo tiempo.
Ahora bien, la sexualidad, nos dice Esther Díaz, es un “invento” de la modernidad, o sea del período que se inicia con el Renacimiento; sin embargo, parece ser que recién hasta el siglo XVIII, no podemos hallar en los escritos, una preocupación por este término que intentamos interpretar en este post. La razón de esto se debe a que durante siglos, la inmensa mayoría de la población de Europa, no estaba en condiciones de participar de los discursos, las prácticas, las reglas, y los privilegios relacionados con el deseo (por lo tanto, no era hasta entonces, un problema), que repito, se circunscribía a los de una minoría: la aristocracia feudal terrateniente; pues como todos sabemos, las sociedades estaban estratificadas, es decir divididas en estamentos, cuya inmensa mayoría, eran masas campesinas analfabetas; en las cuales, es fácil advertir, la limitación de las mentalidades que en estos inmensos grupos reinaba. Por lo tanto, si ellas no podían participar de ciertos discursos, reglas, prácticas y privilegios, entendemos por qué decimos que el discurso del poder se introduce en este entramado relacionado con la sexualidad. El poder condiciona, no sólo las prácticas de la sexualidad, sino los privilegios, las reglas, y en definitiva el deseo mismo; es por esto que, la configuración de una mentalidad está en relación directa con el deseo. Si coaccionamos el deseo, tendremos como resultados prácticas perversas que luego, el discurso del poder penalizará. Sólo desean las personas libres; a los esclavos, a los siervos, no les está permitido desear, ya que su deseo es pasible de sanción, pues temen el peso despiadado del dominus, que puede penar severamente sus conductas, por interpretarlas como un claro indicio de independencia e insubordinación. ¿Alguien recuerda una desafortunada canción de Facundo Cabral que exhortaba a "volar bajo, porque allí estaba la verdad" ? Bueno, yo interpreto ese sintagma, como las palabras de un amante de las relaciones de poder/dominación estratificadas; y a él, como un peligrosos adversario de la cultura libertaria. Piénsese, por un momento, en cuánto es valorado su discurso en muchos países latinoamericanos, en donde casualmente reinan los políticos anti-libertarios, que a veces son tildados o confundidos con los populistas.
Bien, bien, bien. Para cerrar un poco nuestra aproximación a la noción de sexualidad diremos lo siguiente:
* La sexualidad es algo que trasciende la práctica coital.
* La sexualidad no puede entenderse por fuera de los marcos culturales que regulan las prácticas, los discursos, las normas morales y las creencias.
* La sexualidad siempre está supeditada al poder, y por lo tanto, es preciso descubrir en las sociedades quiénes son los portavoces del discurso del poder, y ¿qué relación existe entre el discurso que el poder predica, y las prácticas reales que dicho poder realiza?
* La sexualidad es, como todo lo cultural, la resultante de una construcción social, capaz de comprenderse desde un análisis diacrónico y sincrónico.

PD: En un próximo post, hablaré de seducción en el mundo potmoderno, e intentaré desarrollar una explicación de por qué, existen componentes supraculturales en la elección de una pareja.
Nada más, es todo por hoy. Un abrazo a todos del GORRIÓN pys.

viernes, 5 de octubre de 2007

Segunda aproximación a la noción de Poder


Hola a todos nuevamente, les habla el GORRIÓN pys. He estado reflexionando un poco esta semana sobre lo que tratamos en el post anterior: ¿quedó algo en limpio de todo lo que se dijo? Veamos…
Si me siguieron en el anterior post, recordarán que habíamos dicho que, sin libertad no podía haber un verdadero poder (¿recuerdan?). Bien, que quiere decir este acertijo, que a simple vista parece una contradicción…Bien…Piénsenlo por un momento. Si el poder no logra generar un pequeño malestar (como el que yo me propongo generar en algunos de los que me están leyendo), éste no tiene ningún efecto; pero aún así, se juzga como conveniente, por los participantes, el rol allí desempeñado. Y para generar malestar, es preciso que quien obedezca al poder dude sobre la conveniencia o no, de hacer lo que el que tiene el poder de mandar diga que debamos hacer; pues en la tensión está parte del conflicto que inevitablemente conlleva la noción de poder; la idea de mando y obediencia se hace más difusa, el poder sólo tiene un carácter vertical entre personas que no se reconocen como iguales; es decir, cuando los dominados, no se perciben a sí mismos como libres, ni como personas de derecho y con derechos. El poder, en estos casos, se transforma en dominio, que es unidireccional, no permite reacción de los agentes participantes en la relación. Un ejemplo de ello lo encontramos entre los antiguos griegos y romanos, donde el esclavo (servi, en latín) no podía reaccionar más que arriesgando su vida; también lo encontraremos en las relaciones feudo-vasalláticas. Tal concepción del poder es reaccionaria, se funda en la naturaleza inferior de los agentes participantes; y quien ejerce el poder, no reconoce libertad alguna a dichos agentes; y por consiguiente, se suele caer en la consideración de una naturaleza superior de un señor (dominus, en latín). La asimetría apunta a considerar la naturaleza distintas de los agentes participantes.

Lo que quiero significar con ello, es que para que alguien ejerza un poder sobre otros, éstos, de alguna manera, tienen que conferirle o delegarle, una parte de su capacidad para elegir, o para tomar decisiones; y si se quiere, parte de su libertad (pero sólo una parte…el poder nunca es absoluto, ¿sí?…ya desarrollaremos esta idea). Es, por lo tanto, el poder la resultante de un acuerdo tácito previo, o si se quiere, de una evaluación personal y subjetiva del propio poder; pero aún siendo así, el poder al no estar sujeto más que por la conveniencia de los involucrados en la relación, es débil, tiende a ser inestable; pues sólo en el caso de que estemos ante tecnologías muy sofisticadas de dominación, los libres que se vean involucrados en una relación de poder, no podrían hacer nada para contrapesar sus efectos (Piénsese en el personaje de la novela 1984 de George Orwell).
El filósofo Michel Foucault, fue, en el pasado siglo XX, uno de los tantos que se opuso al determinismo reaccionario de algunos pensadores de finales del siglo XIX, y comienzos del XX. Criticó las concepciones clasistas, como las estáticas y dualistas del marxismo occidental. Se negó a aceptar la oposición dominantes/dominados, o clase dominante/ clase dominada; pues como hemos señalado en un post anterior, y como nos señalaba Esther Díaz, el poder se extiende como una red, que involucra una cantidad importante de agentes difusos que apenas saben a quienes responden (añado yo), que “choca con otros poderes”. Entonces, si el poder choca con otros poderes, es porque no hay sólo uno, sino que son varios los poderes; y si los poderes son varios es porque otros libres optaron por otros poderes, y si optaron es porque son libres. Si no pudiéramos elegir, si nos viésemos envueltos en una red absolutamente vertical, estas palabras no podrían escribirse, ni ustedes podrían cambiar nada, ni sus conocimientos podrían incrementarse, ni sus dudas hacerse presentes jamás, etc. Sólo habría lugar para la voz del Gran Hermano de Orwell. Foucault, también, se va a oponer, al esquema binario de Freud: naturaleza vs. cultura; así como al marxismo imperante en las universidades, que tiene, a su entender, ese carácter reaccionario que mencionábamos más arriba, que marcaba la presencia en la historia de dominantes vs. dominados.
¿Por qué se opondría Foucault a esa concepción freudiana que veía en el paso de la naturaleza a la cultura el punto de inicio del ámbito de lo humano? Porque para Foucault, tanto Freud, como Levi- Strauss, ingenuamente a su entender, entendían que el espacio del poder se circunscribía a una noción meramente jurídica, a una concepción basada en la prohibición del incesto, en la noción de ley o regla, que es insuficiente, para poder dar cuenta de los mecanismos de acción que tiene el poder. Para Foucault, la represión del instinto no es un simple emergente, sino una elaboración interna muy compleja entre el cuerpo, o la naturaleza y los mecanismos de represión culturales. Si la elaboración del poder es interna y subjetiva, entonces podemos ver allí presente la libertad de los participantes en la red del poder, donde los agentes involucrados tienen cierta posibilidad de decidir y contrarrestar los efectos de un núcleo de poder.
Otra cosa que no hemos dicho aún, y que sostiene también Foucault, es que el poder tiene la capacidad de generar goce en los participantes de dicha relación. El que ejerce el poder lo goza, pero también deben gozarlo aquéllos que caen bajo la órbita del poder; siendo así, podemos entender por qué en la seducción, por ejemplo, uno de los agentes del vínculo afectivo y sensual, tiende voluntariamente a ceder el papel activo a uno de los participantes de la relación; éste por lo general es el hombre; aunque, claramente, son ambos los que gozan de la situación de poder. Volveremos en otra entrega sobre esto.

Nada más por hoy.

Un abrazo a todos del GORRIÓN pys.

lunes, 1 de octubre de 2007

Primera aproximación a la noción de Poder


Hola a todos nuevamente, les habla el GORRION pys. Hoy quiero proponerles a ustedes, el desafío de que intenten pensar en una definición, lo más abstracta posible, y aunque sea al paso, de lo que es el Poder. Vamos… “Run with me”, como decía Jim Morrison.

¿Y? ¿Cómo les fue? ¿Qué palabras inmediatamente les vino a la cabeza cuando intentaron pensar en ese término. A ver… quizás éstas, ¿no?: autoridad, dominio, fuerza, etc.
Bueno, voy a decirles algunas cosas en relación con esta palabrita, que ha sido quizás, la tratada con mayores miramientos, por distintas disciplinas, durante el pasado siglo XX. Entre ellas están: la sociología, las ciencias políticas, la antropología, la psicología, etc. Vayamos a lo nuestro sin dilatarlo más.
El sociólogo argentino, Rubén Zorrilla, relaciona el concepto de poder con la facultad de tomar decisiones, que caracterizaría a cualquier grupo humano, pues para poder ejercer un poder, tienen que producirse acontecimientos, que son propios de la naturaleza dinámica que tiene la vida; y por consiguiente de los grupos humanos, que son, como todos sabemos, mamíferos gregarios; y cualquiera sea el poder que haya de ejercerse, es necesario también, que haya unos otros que respondan a él: mandar implica obediencia, y ésta última puede ser legítima o ilegítima . ¿Sí, se entiende, no? Para que el poder tenga lugar es necesario, al menos, que haya más de una persona (quizás con tres personas estaríamos recién, ante la presencia de un verdadero núcleo de poder, y dos personas tal vez, no serían suficientes todavía; sin embargo, es posible advertir ya, una influencia directa de uno sobre otro); pero, qué sentido tendría, por ejemplo, ejercer un poder contra sí mismo: aún si alguien intentara modificar una conducta en su propia persona, esta decisión sería tomada dentro de una gama de alternativas que, nacen dentro de un sistema de valores que jerarquizan esas opciones a considerar; por lo tanto, está presente allí de manera implícita, la presencia de “los otros” en esa elección: el poder, por lo tanto, está relacionado también con la libertad de las personas; sin ésta no sería posible una elección. No hay elección, sin libertad, y sin ésta no existe un verdadero poder. Las sociedades necesitan tomar decisiones, y las mismas son tomadas por minorías o por mayorías, dependiendo del sistema político en cuestión del que estemos en presencia; sin embargo, la naturaleza misma del poder hace que aún dentro de un “sistema más participativo”, sean determinados individuos los que finalmente deciden qué es lo mejor para los demás, o para el bien común. Pues no existe ninguna sociedad, ni existió, ni existirá jamás, al menos mientras los seres humanos sean tales, un lugar donde se manifieste una proporcionalidad exactamente idéntica de poder entre cada uno de los miembros de cualquier grupo.
Fuera del ámbito del espacio del poder político, o transcendiéndolo a éste, nuestra amiga, Esther Díaz, nos habla del poder como una red que se ramifica, y que se extiende hacia toda la sociedad, y en la mayoría de los casos, chocando con otros poderes. Es el poder, entonces, como dijimos, una fuerza que, que se ejerce como una facultad que se delega hacia alguien o hacia algo, sean pues, personas, instituciones, íconos, ideas, etc. El poder es, entonces, en primera y en última instancia, una construcción social, una búsqueda constante de valores y nuevos dominios por parte de las sociedades; ya que las mismas son dinámicas, no estáticas, y necesitan buscar un estado de máximo confort para sus miembros; por ello, el poder siempre está en el centro de la preocupación de los miembros disconformes e inquietos de las sociedades, porque saben que si se modifica un polo importante de poder, necesariamente saldrán nuevos valores, y las sociedades se reacomodarán dentro del nuevo sistema de valores insurgente.
Ahora bien, qué tiene que ver todo este delirio con la sexualidad, GORRIÓN pys? Seguramente piensan que estoy chiflado (sí, lo sé…)
La sexualidad (ya intentaré dar una definición de la misma en próximas entregas), como parte indispensable de la vida y de los grupos humanos, está inserta dentro de este entramado social. Las decisiones, que se toman en el campo político, afectan a los valores de los grupos, que se incluyen dentro de un sistema de creencias; éstas últimas afectan al conjunto de la sociedad, y repercute en lo que los historiadores franceses han llamado, “las mentalidades”. Por lo tanto, la sexualidad está inserta dentro de un entramado de relaciones sociales, y relaciones de poder; y por consiguiente, dentro de un sistema de valores y de creencias que afectan a las mentalidades (huellas profundas de larga duración que trascienden los valores intersubjetivos). Ustedes se preguntarán: hey, GORRIÓN, pero no nos dijiste, en la entrega anterior, que había algo así como una atracción visceral, fruto de un contacto más directo y desinhibido con el cuerpo humano, entonces, ¿qué relación tiene ésto con las mentalidades, las creencias, los valores o las relaciones de poder?
Ok, ok… Lo que yo sostengo es que el “descubrimiento del cuerpo”, y la acción o el poder de éste sobre el imaginario, es cultural, fruto de una redireccionalidad de las mentalidades de las sociedades. Hay, por lo tanto, a partir de los sesenta, a mí entender, un surgimiento de nuevos valores en relación al poder del cuerpo humano, como factor de una nueva sensibilidad.
Nada más por hoy, dejémoslo aquí por ahora, ya lo retomaremos.
Un saludo a todos de GORRIÓN pys.
PD: la imagen corresponde al principal dios del olimpo entre los griegos: Zeus