"Exhortar a la castidad constituye una incitación pública a ir en contra de la naturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, y toda impurificación de ésta al tacharla de 'impura' representa el verdadero pecado contra el espíritu santo de la vida."

Friedrich Nietzsche

lunes, 1 de octubre de 2007

Primera aproximación a la noción de Poder


Hola a todos nuevamente, les habla el GORRION pys. Hoy quiero proponerles a ustedes, el desafío de que intenten pensar en una definición, lo más abstracta posible, y aunque sea al paso, de lo que es el Poder. Vamos… “Run with me”, como decía Jim Morrison.

¿Y? ¿Cómo les fue? ¿Qué palabras inmediatamente les vino a la cabeza cuando intentaron pensar en ese término. A ver… quizás éstas, ¿no?: autoridad, dominio, fuerza, etc.
Bueno, voy a decirles algunas cosas en relación con esta palabrita, que ha sido quizás, la tratada con mayores miramientos, por distintas disciplinas, durante el pasado siglo XX. Entre ellas están: la sociología, las ciencias políticas, la antropología, la psicología, etc. Vayamos a lo nuestro sin dilatarlo más.
El sociólogo argentino, Rubén Zorrilla, relaciona el concepto de poder con la facultad de tomar decisiones, que caracterizaría a cualquier grupo humano, pues para poder ejercer un poder, tienen que producirse acontecimientos, que son propios de la naturaleza dinámica que tiene la vida; y por consiguiente de los grupos humanos, que son, como todos sabemos, mamíferos gregarios; y cualquiera sea el poder que haya de ejercerse, es necesario también, que haya unos otros que respondan a él: mandar implica obediencia, y ésta última puede ser legítima o ilegítima . ¿Sí, se entiende, no? Para que el poder tenga lugar es necesario, al menos, que haya más de una persona (quizás con tres personas estaríamos recién, ante la presencia de un verdadero núcleo de poder, y dos personas tal vez, no serían suficientes todavía; sin embargo, es posible advertir ya, una influencia directa de uno sobre otro); pero, qué sentido tendría, por ejemplo, ejercer un poder contra sí mismo: aún si alguien intentara modificar una conducta en su propia persona, esta decisión sería tomada dentro de una gama de alternativas que, nacen dentro de un sistema de valores que jerarquizan esas opciones a considerar; por lo tanto, está presente allí de manera implícita, la presencia de “los otros” en esa elección: el poder, por lo tanto, está relacionado también con la libertad de las personas; sin ésta no sería posible una elección. No hay elección, sin libertad, y sin ésta no existe un verdadero poder. Las sociedades necesitan tomar decisiones, y las mismas son tomadas por minorías o por mayorías, dependiendo del sistema político en cuestión del que estemos en presencia; sin embargo, la naturaleza misma del poder hace que aún dentro de un “sistema más participativo”, sean determinados individuos los que finalmente deciden qué es lo mejor para los demás, o para el bien común. Pues no existe ninguna sociedad, ni existió, ni existirá jamás, al menos mientras los seres humanos sean tales, un lugar donde se manifieste una proporcionalidad exactamente idéntica de poder entre cada uno de los miembros de cualquier grupo.
Fuera del ámbito del espacio del poder político, o transcendiéndolo a éste, nuestra amiga, Esther Díaz, nos habla del poder como una red que se ramifica, y que se extiende hacia toda la sociedad, y en la mayoría de los casos, chocando con otros poderes. Es el poder, entonces, como dijimos, una fuerza que, que se ejerce como una facultad que se delega hacia alguien o hacia algo, sean pues, personas, instituciones, íconos, ideas, etc. El poder es, entonces, en primera y en última instancia, una construcción social, una búsqueda constante de valores y nuevos dominios por parte de las sociedades; ya que las mismas son dinámicas, no estáticas, y necesitan buscar un estado de máximo confort para sus miembros; por ello, el poder siempre está en el centro de la preocupación de los miembros disconformes e inquietos de las sociedades, porque saben que si se modifica un polo importante de poder, necesariamente saldrán nuevos valores, y las sociedades se reacomodarán dentro del nuevo sistema de valores insurgente.
Ahora bien, qué tiene que ver todo este delirio con la sexualidad, GORRIÓN pys? Seguramente piensan que estoy chiflado (sí, lo sé…)
La sexualidad (ya intentaré dar una definición de la misma en próximas entregas), como parte indispensable de la vida y de los grupos humanos, está inserta dentro de este entramado social. Las decisiones, que se toman en el campo político, afectan a los valores de los grupos, que se incluyen dentro de un sistema de creencias; éstas últimas afectan al conjunto de la sociedad, y repercute en lo que los historiadores franceses han llamado, “las mentalidades”. Por lo tanto, la sexualidad está inserta dentro de un entramado de relaciones sociales, y relaciones de poder; y por consiguiente, dentro de un sistema de valores y de creencias que afectan a las mentalidades (huellas profundas de larga duración que trascienden los valores intersubjetivos). Ustedes se preguntarán: hey, GORRIÓN, pero no nos dijiste, en la entrega anterior, que había algo así como una atracción visceral, fruto de un contacto más directo y desinhibido con el cuerpo humano, entonces, ¿qué relación tiene ésto con las mentalidades, las creencias, los valores o las relaciones de poder?
Ok, ok… Lo que yo sostengo es que el “descubrimiento del cuerpo”, y la acción o el poder de éste sobre el imaginario, es cultural, fruto de una redireccionalidad de las mentalidades de las sociedades. Hay, por lo tanto, a partir de los sesenta, a mí entender, un surgimiento de nuevos valores en relación al poder del cuerpo humano, como factor de una nueva sensibilidad.
Nada más por hoy, dejémoslo aquí por ahora, ya lo retomaremos.
Un saludo a todos de GORRIÓN pys.
PD: la imagen corresponde al principal dios del olimpo entre los griegos: Zeus

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente comentario!