"Exhortar a la castidad constituye una incitación pública a ir en contra de la naturaleza. Todo desprecio de la vida sexual, y toda impurificación de ésta al tacharla de 'impura' representa el verdadero pecado contra el espíritu santo de la vida."

Friedrich Nietzsche

jueves, 7 de febrero de 2008

Introducción a las Mentalidades: Segunda Parte


Hola a todos, les habla nuevamente el GORRIÓN pys desde Buenos Aires. En el post anterior, habíamos dicho que Febvre había iniciado el camino para el posterior desarrollo de las Mentalidades, con una obra revolucionaría: La tierra y la evolución humana.
Un camino bastante similar recorrerá su colega Marc Bloch (1886-1944) quien desarrollará líneas investigativas muy originales, y para ello, aprovechará tanto de su amistad con Febvre, como del clima de efervescencia intelectual reinante en la Universidad de Estrasburgo; pues la misma estaba “tomada” por un grupo de investigadores de distintas disciplinas, que trabajaban con ahínco, día y noche en círculos interdisplinarios. Marc Bloch sintió, desde sus primeros tiempos de estudiante, una atracción muy particular por la sociología y en una medida menor por la geografía; pero será el psicólogo social Charles Blondel quien le abra las puertas para realizar una obra revolucionaria: Los Reyes Taumaturgos
Como señalamos hace un momento, la obra de Febvre, La Tierra y la evolución humana, significó un avance importantísimo hacia el desarrollo de la llamada escuela de las mentalidades, al hacer hincapié en las implicaciones de la vida cotidiana y las actitudes individuales, en la conformación de una conducta humana colectiva, que dejaría a la larga una huella en las tradiciones, y que nos señalaría la presencia de un componente persistente en la mentalidad de las sociedades. Sin embargo, no es sino hasta la aparición de la obra Los Reyes Taumaturgos, escrita por Marc Bloch, en 1924 cuando comienza a perfilarse más claramente, lo que luego sería la Escuela de los Annales. En dicha obra Bloch explorará el marco de creencias religiosas y el devenir de las mismas en dos sociedades, la inglesa y la francesa, desde el siglo XIII al siglo XVIII. Tanto en una sociedad como en la otra existía la creencia de que los reyes podían curar las escrófulas (enfermedad ganglionar, conocida como ‘mal del Rey’), a través de lo que se denominaba ‘toque real’. Para Bloch el toque real no era ningún desvío (en el sentido de enfermedad, tal como lo entendiera cierto historiador), sino que por el contrario, se trataba de una carretera real, una vía real en todo sentido”. Según nos refiere Peter Burke, Bloch observaba que algunos pacientes regresaban para que se los tocara una segunda vez, lo cual significaba que sabían que el tratamiento no había dado resultado; pero así y todo esa circunstancia no minaba la fe de los creyentes. El aporte principal de esta obra reposa en haber planteado, por primera vez en un trabajo histórico, la influencia de lo que se llama “psicología religiosa” en las conductas sociales cotidianas.
La obra muestra esclarecedoras comparaciones y contrastes entre Francia e Inglaterra; en esta investigación emplea el método regresivo, indicaba la necesidad de leer la historia hacia atrás, ya que sabemos más de los períodos cercanos, y se debe proceder de lo conocido a lo desconocido.






Un tema también importante dentro de esta obra es el de la larga duración del tiempo, al cual remitiremos más adelante (cuando nos refiramos a Braudel); y por el momento señalaremos la importancia del método comparativo en la construcción de una historia científica; cómo se pasa de la simple descripción a una explicación de los procesos históricos. Él pensaba que este método es la forma de sustituir en la investigación histórica al método experimental. Practicaba la historia comparada de las sociedades europeas; distinguía el estudio de las similitudes y diferencias entre las sociedades, así como el estudio de las sociedades vecinas en el tiempo y en el espacio del estudio de las sociedades alejadas.Él plantea a la historia como una ciencia de los hombres en el tiempo, ciencia del cambio de las sociedades humanas y necesario reajuste a las nuevas condiciones de existencia material, moral, religiosa e intelectual.






La idea de fundar una revista científica de difusión masiva, estaba presente en la cabeza de Febvre desde los días en que asistía a la Uiversidad como alumno. El proyecto estaba pensado para que Henri Pirenne se encargara de la dirección, pero a último momento éste, quizás ya muy agotado en sus energías (tenía 67 años) declinó el ofrecimiento, y fueron nomás esos dos brillantes historiadores (Febvre y Bloch) los que de forma conjunta se hicieron cargo de su dirección. La misma se llamó primeramente Annales de la Historia Económica y Social, y fue como sostiene Burke, un verdadero vocero de las aspiraciones de los editores que abogaban por un nuevo enfoque interdisciplinario de la historia; que es el eje central de la disciplina, ya que sin ellas, y sus adecuados “intermediarios” la Historia Social nunca hubiera podido ser.
Tanto Febvre como Bloch esperaban lograr, a través de este medio transformar de raíz el sesgo meramente político de la historia tradicional, y propiciar en el futuro de la disciplina, un espíritu crítico más libre y flexible, acercando el conocimiento histórico no sólo, a las demás y viceversa, sino también al conjunto de la sociedad. El enfoque analítico por sobre el narrativo; la comprensión de la realidad en un sentido holístico; la introducción del método comparativo; las nuevas medidas del tiempo histórico y la historia como disciplina, que va desde el presente hacia el pasado, son algunos de los preceptos y legados más importantes, que estos hombres dejaron a la posteridad académica; y que nos permiten afirmar junto a Burke que, efectivamente estamos ante la presencia de una revolución historiográfica. Hay que darle, me parece, unas vueltas de tuerca, aún a la idea de una historia regresiva, para entender la magnitud del cambio propuesto; pensemos, por ejemplo, en los cuentos de hadas, donde generalmente se comenzaba con el siguiente exordio: “Érase una vez” (y completemos ahí con el cuento que se nos ocurra), y digamos, por ejemplo, “Donde ahora hay, antes hubo”; el impacto que produce esa sola afirmación en nuestra capacidad asociativa es inmenso. Ese juego del presente con el pasado es la clave para la construcción de una historia social. Es el presente quien nos transporta al pasado, envolviéndonos como en una ráfaga, y no un narrador omnisciente y oculto, quien nos lo devela.






La escuela de Annales, desde sus inicios había advertido que algo andaba mal en relación con la forma convencional de medir el tiempo, tal había sido la noción del mismo, heredera del cientificismo newtoniano aplicado a las ciencias sociales; no servía demasiado a la historia social, pues los siglos cronológicos no eran relevantes y muchas veces hasta dificultaba su labor; eran algo así como rémoras positivistas, cuyo uso indebido podía estropear una investigación. La noción de temporalidad en la cual se apoyaba resultaba limitada, y pronto advertirán la necesidad de buscar sucedáneos; proponen por lo tanto hablar de un tiempo social-histórico, que pronto se convertirá en siglos históricos, cuyas duraciones cronológicas serán más diversas; así es que hablarán de un largo siglo XVI (de aprox. 200 años, de 1450 a 1650), o como actualmente Hobsbawn, de un siglo XX corto (1914-1989). La razón que aquí subyace es la que considera que, la duración de cada siglo histórico depende, esencialmente de los principales procesos y fenómenos históricos, que le dan apertura y cierre. Esto es preciso no perderlo de vista, ya que la Escuela de Annales “redescubrirá literalmente al tiempo”, pues el mismo va a acomodarse en relación con las hipótesis que el estudio desee enmarcar: serán los fenómenos y las estructuras mentales, económicas o culturales las que nos permitan manejar un tiempo más flexible, relacionado con lo que Braudel llamó: tiempos largos, medio o cortos.

Fernand Braudel (1902-1985) en 1949 publica una obra que fue inmediatamente bien recibida por la crítica, aunque posteriormente las mismas comenzaron a hacerse sentir: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II; esta obra estudiaba el espacio geográfico del mediterráneo en el siglo XVI en un sentido cultural, en el que se insertaría una noción de tiempo largo o de larga duración (que mencionáramos ya en la obra de Bloch, Los Reyes Taumaturgos); pero también dos “planos temporales” más simultáneos, el tiempo medio o de coyuntura y un tiempo corto o de acontecimiento.
Pero, sin duda, lo “novedoso” en dicha obra residirá en la idea de un tiempo estático o estacionario, de larga duración, donde no se producirían grandes cambios, y los mismos se enmarcarían en acontecimientos políticos sin demasiada importancia, que nos dará lugar para que hablemos de cierto determinismo geográfico en las actividades humanas; y de una dialéctica entre éstas y el acontecer político. Este planteo, además de retomar la polémica, que tuviera lugar décadas anteriores entre Febvre y Ratzel (donde Braudel se inclinaría más por la posición de este último), también deja ver, claramente, que la política es en última instancia una realidad emergente de los fenómenos sociales. Es la sociedad la que le marca la dirección a lo político. Por eso será más importante para la Historia Social, la sociedad que la política; aunque ésta no debe ser desestimada cuando se intente analizar un tiempo corto (podríamos pensar en las políticas neoliberales en la Argentina en la década de 1990, y en su impacto en lo social).
Braudel, en su ensayo sobre “la larga duración”, está convencido de que la historia está en condiciones de aportarle algo a las demás disciplinas, de las cuales se venía nutriendo desde la época en Febvre y Bloch, quienes descubren “la historia de las mentalidades”. Una noción cada vez más precisa de la multiplicidad del tiempo y del valor excepcional del tiempo largo se va abriendo paso.




Braudel, insistirá en combatir, lo que él llama, la historia tradicional, y (añade una más al combate), la historia de la coyuntura moderna. Él ve, en esta última, una fórmula análoga en la construcción de un relato –él lo llama despectivamente recitativo- “precipitado y de corto aliento”. Considera que la historia de larga duración se halla muy por encima de estas formas de escritura, y su principal característica sería su “aliento mucho más sostenido”.
Braudel teme, por otro lado, la reaparición de un interés en las investigaciones históricas por el tiempo corto, unido a los conceptos económicos de “ciclos” y “semi-ciclos; por eso verá necesario apelar a las demás ciencias sociales, para que superen las barreras y los prejuicios que la apartan de la historia. Cree, además, que en la actualidad ya no existen diferencias significativas de unas a otras, y que todas están contaminadas entre sí. Volviendo al oficio del historiador, cree que aquellos que se resisten a aceptarla, lo hacen en virtud de una complejidad que la larga duración le plantea; pues exige desde un cambio de estilo a una inversión del pensamiento. En definitiva, a la esencia de lo que es Annales: una nueva concepción de lo social.




Uno de los aportes más importantes de la obra de Braudel es el haber contribuido como nadie a cambiar nuestras nociones de tiempo y espacio; más aún su división del tiempo histórico en: geográfico, social e individual y en la importancia de la larga duración para la investigación histórica. Cuando continuemos avanzando con el desarrollo histórico de Annales lo veremos más claramente, sobre todo a partir de las investigaciones de la llamada tercera generación.
Pero miremos un poco más esta idea tripartida de encarar el trabajo histórico: no sólo esta será una constante en la producción posterior de Braudel, sino que la misma le posibilitará convertirse en un referente ineludible de las generaciones posteriores. Esta concepción tripartita descasará sobre algunos leitmotiv’s, que éste repetirá hasta el cansancio: la aspiración a una historia total, la idea de estructura como rectora de la vida cotidiana, y el condicionamiento de la geografía en la mentalidad de los seres humanos. Hacia principios de la década del ’70, se suceden cambios, en relación al sesgo que tomaría la escuela. En primer lugar, se comienza a advertir que ninguna figura domina la “escena”, sino que por el contrario proliferan una cantidad de personajes nuevos que, “experimentan” en la disciplina. Por otro lado, París dejará de ser el centro intelectual: se observarán muchos lugares como centros productores de “saber”.

Bueno, nada más por hoy.
Un fuerte abrazo a todos.
Bibliografía utilizada:
Ídem el post anterior, al cual se suma en ensayo "La larga duración" de Braudel.
Fotografías:
1º) Felipe II
2º) Reloj de arena
3º) Los segadores de Pieter Brueghel; el viejo (nos pinta a los segadores, en el verano, que se confían a los rítmos anuales que repiten procesos de larga duración). La vida humana se somete a esos ciclos de forma "fatal".
4º) Calendario astronómico.
5º) El mar Mediterráneo de Braudel
6º) Fernan Braudel
7º) Misma ilustración que en 5º) que describe el Imperio de Felipe II de España.

5 comentarios:

Claude dijo...

Me puse a investigar un poco (sólo un poco) sobre Bloch a partir de este post, y me produjo mucha tristeza, admiración y empatía su final. Anoto su obra para devorarla cuando tenga tiempo. Saludos, Gorrión.

The Shadow dijo...

Claude: Podés quedarte tranquilo que, cualquier obra de Marc Bloch que elijas para comprar, te sorprenderá muchísimo por la gran riqueza de información que allí se brinda.
Lo de los nazis es imperdonable. Nunca podrán devolvernos a ese genial hombre, y faltará mucho tiempo para que la naturaleza nos dé un genio de tal magnitud.
Sin Bloch, la historia sería sólo "literatura". Creo que él, Pirenne, Duby y Ganshof fueron los mejores especialistas que han existido sobre Historia Medieval.
Ya vendrán otros, y muy buenos también.
Hay, de todos modos, muchos especialistas más, que han aportado cosas descomunales para comprender aquellos remotos tiempos, como Le Goff, Anderson, Heers, Maier, D'Hont, Dockès, Bonnasie, y cientos más.
Pero, te garantizo que cuando leas Introducción a la Historia, o La Sociedad Feudal, o Los Reyes taumaturgos, te vas a quedar sin palabras.

Saludos.
GORRIÓN pys

Nicolás Lucca dijo...

Apenas estoy deglutiendo la primera entrega y ya te despachas con esto. Es mucha información para gente que esta acostumbrada a asimilar lo que los medios vomitan!

Anónimo dijo...

Te cuento que leí a Georges Duby para historia de la arquitectura y me pareció muy bueno. Un grande. A los demás no los conozco.

Estoy muy de acuerdo con los tres puntos de Braudel. Especialmente con el que sostiene que la geografía condiciona las mentalidades. Borges decía que si hubiese nacido en otro lado, no sería él, sino otra persona distinta de Borges.

The Shadow dijo...

Bruno y Cebolla: Muchas gracias a ambos. Cebolla, se me cayó la baba cuando hablaste de Borges. No puedo creer que aún haya gente que lea al genial Borges. Seguí así vos, que te vas a convertir en un intelectual.

GORRIÓN pys