"Fe significa no querer saber la verdad" Friedrich Nietzsche - El anticristo
Hola a todos, les habla el GORRIÓN nuevamente। Como ya habíamos señalados en otras oportunidades, el triunfo del cristianismo en occidente se dio de la mano del emperador Constantino, y tuvo como resultado el desmoronamiento del mundo romano y pagano clásico. Hubo un intento por reflotar el legado del mundo pagano, que llevaría a cabo el emperador Juliano (denominado el apóstata), pero la iniciativa no prosperó, dada, entre otras cosas, su prematura muerte. Apareció paulatinamente, un nuevo orden, más universal, ecuménico y totalitario al mismo tiempo. La estructura militarista y verticalista del Bajo Imperio Romano, fue particularmente conveniente para centralizar el poder de una religión que pretendía nuclear dentro de sí, al conjunto de las creencias de los diferentes grupos humanos en una nueva cosmogonía; sin embargo, la aún numerosa población servil, y los pocos y pobres agricultores independientes, que todavía subsistían, quedaron al margen de los sacramentos.
Muchos de los primeros cristianos, entre ellos el obispo Osio de Córdoba, amigo de Constantino, entendieron desde muy temprano, sobre la conveniencia de separar los poderes políticos y religiosos, por lo cual justificaron la existencia de un poder paralelo al político en sus escritos y epístolas; y le recomendaron a dicho emperador que hiciera eso (ver en búsqueda de los valores occidentales: parte II). De esta manera, la Iglesia Católica logró sobrevivir al derrumbe del poder político del Imperio Romano de Occidente, y de constituirse en un poder independiente, que atravesó, a lo largo de la historia, el período imperial, los gobiernos de los diferentes reyes germanos tras su caída, hasta convertirse en una piedra central del poder feudal, constituido definitivamente hacia el siglo X. Quizás algunos de ustedes tengan una idea equivocada sobre la Iglesia Católica, y supongan que, durante la toda la Edad Media, la Iglesia católica ejerció una suerte de “caza de brujas”. Ésto no es así, eso falso. Y no es que, sea falso porque la Iglesia Católica hubiera entendido que, era adecuado mantener buenas relaciones con todos los miembros de la sociedad, bajo la preceptiva “ilustrada” de tolerancia y respeto por los diferentes cultos religiosos; sino por la razón de que hasta el siglo X, aproximadamente, nunca logró tener ese poder totalitario que frecuentemente se le atribuye. Dejemos algunas cosas en claro, ¿sí? Desde el momento previo a su institucionalización (año 313), la Iglesia Católica combatió, por ejemplo a los cultos locales, y a las “herejías”; pero no pudo imponerse al conjunto de la sociedad por varias razones, entre algunas de ellas:
1º) Durante los siglos que van del V al XI inclusive, la existencia de esclavos en Europa va a ser aún muy grande, y la Iglesia mantendrá dentro de sus claustros, una gran cantidad de ellos, los cuales formaron un contingente nada despreciable de personas, a las que sin embargo, no era posible, ni conveniente “evangelizar”, dada por la “naturaleza” de las mismas; por lo cual el reino de Dios, no pudo hacerse extenso a todos los hombres aquí en la tierra.
2º) El principal peligro para la Iglesia Católica fue el arrianismo (una secta considerada herética por dicha Iglesia, que negaba los atributos divinos de Jesucristo) que consiguió imponerse de forma numerosa dentro de la mayoría de las distintas tribus germanas. Al erradicar el arrianismo, a fines del siglo VI, y convertir a la gran mayoría de los germanos al catolicismo, la Iglesia no volvió a verse amenazada por otro poder durante mucho tiempo, y sin esta amenaza, es lógico suponer que su poder no tendió a hacerse absoluto.
3º) La imposibilidad de darse un Estado político único, como fuera el Imperio romano, hizo que la Iglesia no tuviera oportunidades para acercarse a un poder político fuerte y centralizado.
4º) Los obispos locales, no tendrán durante mucho tiempo, un contacto muy directo con el poder papal, por la misma coyuntura antes planteada.
Ejemplifiquemos un poco sobre los puntos anteriormente planteados:
En la primer Epístola a los Corintios, 7, 20-24, nuestro amigo San Pablo dice:
“Que cada uno quede en el estado en el que estaba cuando ha sido llamado. Tú has sido esclavo, no te apenes por eso; pero aunque ahora puedas recobrar tu libertad, aprovecha tu estado de servidumbre, pues quien ha sido llamado siendo esclavo es un liberto del Señor… Hermanos, que cada uno se quede ante Dios en el Estado en que fue llamado” .
En la Epístola a los Efesios, 6, 5-9, San Pablo dice:
“Esclavos, obedeced a los que son vuestros amos según la carne, con temor y temblando, con la rectitud de vuestro corazón, como a Cristo, no sólo cuando tienen ojos sobre vosotros, como si no buscarais más que agradar a los hombres, sino como servidores de Cristo, que hacen de buen corazón la voluntad de Dios. Servidlos con afecto, como sirvierais al Señor, no a hombres… y vosotros amos, obrad igual con ellos” .
San Agustín inclusive, logra armar la siguiente argumentación para justificar la esclavitud antigüa:
“La causa primera de la esclavitud es el pecado, que ha sometido al hombre al yugo del hombre y aquella no ha surgido sino de la voluntad de Dios, que ignora la inicuidad y ha sabido repartir las penas como salario de los culpables” .
Pierre Bonnasie dice: “Toda la legislación conciliara de los siglos IV a XI apunta, bajo modalidades diversas, a excluir a los esclavos del derecho de asilo. San Pablo devolvió a Filemón su esclavo Onésimo: conviene, pues, restituir a sus amos los mancipa (esclavos) fugitivos.
Dos ideas son aquí, dice Bonnasie, desarrolladas y estrechamente asociadas:
1º) la esclavitud es la sanción de los pecados cometidos por los hombres;
2º) es justo que esta sanción caiga sobre ciertos hombres y no sobre otros, ya que, Dios no puede equivocarse, los que reciben el golpe son los culpables.
Sin embargo, es justo señalarlo, en cuanto a su liberación, la Iglesia preconiza su práctica, colocándola entre las obras piadosas; pero mientras incita a los laicos a liberar a sus esclavos, ella permanece abiertamente esclavista.
Dice Bonnasie: “Se prohíbe a los obispos, a los abades, liberar a sus mancipa que trabajan en los dominios en los que tienen el cargo: los concilios no cesan de recordarlo en los términos más formales. Las razones invocadas son siempre idénticas: los esclavos, como los otros bienes de la Iglesia, pertenecen a Dios y nadie tiene el derecho de disminuir el patrimonio del Señor. A veces se precisa: liberar a los esclavos, sería perjudicar a los pobres”
¿Dónde están entonces los esclavos? Pues sencillamente, fuera de la sociedad. Hasta el siglo XI la Iglesia será el más importante propietario de esclavos, en occidente. No hay parroquia, ni abadía que no posea unos cientos de ellos.
La idea es justificar la esclavitud por la naturaleza del esclavo, hacer del esclavo un no cristiano. En fin, la esclavitud es practicada por el mismo papado: la correspondencia de Gregorio el Grande contiene órdenes de compra de esclavos.
Con respecto a la fe arriana, fue ganando adeptos entre los vándalos, burgundios, suevos, y más tarde también llegó a los lombardos, en la época del Bajo Imperio (S. IV y V) . Dice Heers, que el antagonismo religioso fue, a menudo, un obstáculo para la fusión entre germanos y romanos: iglesias separadas, matrimonios prohibidos, conversiones difíciles, etc. En África, los arrianos persiguieron a los cristianos romanos, mientras que en la Galia, los cristianos hicieron lo propio con arrianos y paganos.
En este mundo convulsionado, la obra de San Benito (480-547) fue decisiva, y fue apoyada de inmediato por el papado. Para dirigir a sus monjes, él mismo redactó una regla que se distinguía por un profundo sentido de la organización y el orden. San Benito (el fundador de los monjes benedictinos) se dedicó a organizar la Iglesia imponiéndole una estricta disciplina que le permitió controlar las elecciones episcopales de vastas regiones de occidente. La idea de la “Regla de San Benito” era que el abad tuviera un control total y patriarcal sobre una comunidad determinada.
El Norte de Italia fue rápidamente conquistado, posteriormente se intentó realizar una obra evangelizadora a través de distintas misiones, que comenzaron a fines del siglo VI, y que le permitió, paulatinamente a Roma constituirse de nuevo en la capital espiritual de Occidente, como lo fuera en la época del Bajo imperio.
Todos los pueblos bárbaros fueron convirtiéndose paulatinamente al cristianismo, principalmente a través del matrimonio de sus jefes guerreros, o sea de sus reyes. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que, el poder de éstos, era muy débil dentro de un los extensos territorios que supuestamente gobernaban. En la Galia, por ejemplo, la repartición de los territorios, a la muerte de un rey, fue una práctica que impidió la llegada del mensaje misionero a todas las regiones.
En el 589, tras la conversión del Rey visogodo Recaredo, la unión formal de las Iglesias católica y arriana hizo desaparecer por un tiempo prolongado el peligro de las “herejías” en Occidente. Durante cuatro siglos, hasta fines del novecientos (siglo X), no se registran persecuciones, ni ajusticiamientos, como los que sí comenzarán a realizarse en ese período.
Es evidente que hasta fines del siglo X, la Iglesia Católica no representó un poder totalitario como quizás mucho suponen. La formación de la sociedad represora, como la denomina Moore, comenzará con el sacrificio de dos pastores: Vilgardo de Ravena, y Leutardo de Champagne. El primero fue condenado por el obispo de Ravena, en 971, por decir que Ovidio, Virgilio, y Horacio habían recibido inspiración divina.
Otro hecho curioso, será la quema en la hoguera de Gerardo de Milán, y de sus compañeros que lo seguían (entre los que se encontraban una cuantas mujeres), en 1028. Al parecer Gerardo, había realizado una lectura neoplatónica de las escrituras; fue ajusticiado por el obispo de dicha ciudad por “el gran énfasis puesto en la liberación del individuo de la preocupación de los lazos de la carne mediante la abstinencia personal, y en la interpretación alegórica de las Escrituras, en especial del Nuevo Testamento”.
Por último, señalaré el asesinato de dos canónigos de la catedral de Orleáns: Esteban y Lisois, que fueron quemados en la hoguera en 1022 (iniciando así una secuencia descomunal de persecuciones y ajusticiamientos), tomando como relato básico y verosímil de los acontecimientos, los escritos de Pablo de Chartres, bajo la acusación de organizar orgías diabólicas de carácter promiscuo. Para el historiador Bautier, el juicio de Orleáns fue un episodio capital en una larga rivalidad entre el rey Roberto el Piadoso y el conde Eudes de Blois. Se ideó para desacreditar a la reina Constanza, cuyo matrimonio con Roberto había sido un serio revés para el linaje Blois. Esteban, el líder de los “herejes”, había sido capellán de la reina, y Lisois, recibía también protección regia. Por otro lado, la “secta” fue descubierta mediante las pruebas de Arésfast, que pretendía haberse infiltrado en ella. Éste era vasallo del conde de Normandia, que estaba estrechamente aliado con Eudes de Blois, y actuó según prescripciones del capellán de Chartres. En fin, el resultado de este asunto fue que el obispo Thierry fue depuesto en favor de Odalrico, candidato de Eudes.
Lo importante para nosotros, de este episodio, es tener en cuenta los argumentos que se utilizaban en aquellos tiempos. Siempre la acusación de practicar “orgías diabólicas”, o de “comerse a los niños”, serán los leimotivs más recurrentes a los que acudirá la Iglesia Católica. Se intentaba, con ello, dejar en claro que, ellos eran los portavoces de la pureza celestial; y que los enemigos a su poder “eran los amigos del diablo”. Es un ideal de pureza el que está en juego siempre; y será la Iglesia Católica la que lo va a representar; mientras que sus rivales serán siempre acusados de actividades “impuras y lascivas”. En el próximo post, lo veremos más claramente con las acusaciones de las mismas faltas, en otros grupos humanos disidentes.
Nada más por hoy.
Un abrazo a todos. GORRION pys
Bibliografía utilizada:
1º) Heers, Jacques, Historia de la Edad Media
2º) Bonnasie, Pierre; Supervivencia y Extinción del régimen esclavista en el Occidente de la Alta Edad Media.
3º) Moore, Robert; La formación de una sociedad represora. Poder y Disidencia en la Europa Occidental. 950-1250
4º) Motta Bastos, Mário jorge da; La religión en la transición de la antigüedad a la Edad Media: una mueva mirada.
Fotografías:
1º) El emperador romano Juliano, el Apóstata;
2º) monumento al obispo Osio de Córdoba;
3º) Venta de esclavos;
4º) Mosaico del baptisterio de los arrianos en Rávena;
5º) Representación de un Monasterio Medieval;
6º) El Rey Roberto II, el Piadoso de Francia.